14 Jun
14Jun

En muchos textos a Ícaro se le nombra como el individuo que creó la madera. Su padre era nada más y nada menos que Dédalo, un sabio que fue capaz de enseñarle a Ariadna la manera en la que Teseo pudo ubicar el sitio exacto en donde se encontraba el laberinto dominado por el Minotauro (se trataba de una criatura que tenía el cuerpo de hombre y la cabeza de burel).


Posteriormente, el padre del monstruo, es decir, el rey de Minos, se vengó de Dédalo encerrándolo junto con su hijo en el laberinto.


Poco tiempo después, el sabio ya apresado al lado de su vástago, tuvo tiempo para pensar en la manera en la que ambos escaparían de esa prisión.


El plan más viable fue fabricar dos pares de alas de cera, mismas que los conducirían a la libertad. Antes de emprender el vuelo Dédalo le advirtió a Ícaro que no volara demasiado rápido, ni demasiado alto, puesto que la estructura del implemento volador no aguantaría ni la fricción extrema, ni las altas temperaturas producidas por los rayos solares.


Sin embargo, Ícaro desobedeció las órdenes de su progenitor y tan pronto pudo, se elevó al cielo tan alto que «casi» pudo tocar el sol. Momentos más tarde, el calor derritió sus alas, haciendo que su cuerpo cayera de forma estrepitosa en el mar, lugar en donde murió prácticamente de forma instantánea.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO